La tragedia Bodas de sangre (1931) es una de las obras de teatro más célebres de Federico García Lorca, quien se inspiró en el crímen de Níjar de 1928. Toma lugar en esa misma época en la Andalucía rural.
Argumento:
La obra comienza con una conversación entre el novio y su madre, en la que planean pedirle la mano de su novia. Cuando el novio está a punto de salir a la viña, le pide una navaja a su madre, pero ella no se la quiere dar porque dice que las navajas pueden matar y recuerda la muerte violenta de su esposo y otro hijo.
Después de salir el hijo, la madre se queda hablando con la vecina sobre la novia, a quien aún no ha conocido. La vecina le cuenta que la señorita había tenido un noviazgo con Leonardo Félix*, hijo de la familia responsable por la muerte de su esposo e hijo. Esta información la inquieta mucho, pero ocurrió años atrás y desde ese entonces Leonardo se ha casado y tiene un hijo.
En la próxima escena, la suegra de Leonardo y su mujer están cantándole una nana a su hijo que presagia la tragedia que está por ocurrir:
Duérmete, rosal,
que el caballo se pone a llorar.
Las patas heridas,
Las crines heladas,
dentro de los ojos
un puñal de plata.
Bajaba al río.
¡Ay, cómo bajaban!
La sangre corría
Más fuerte que el agua.
que el caballo se pone a llorar.
Las patas heridas,
Las crines heladas,
dentro de los ojos
un puñal de plata.
Bajaba al río.
¡Ay, cómo bajaban!
La sangre corría
Más fuerte que el agua.
Mientras que la suegra va a acostar al niño, llega Leonardo y le dice a su mujer que ha tenido que ponerle nuevas herraduras al caballo varias veces porque últimamente siempre se le caen. La mujer sugiere que es porque usa el caballo demasiado, pero él lo niega.
También le cuenta que algunas vecinas lo vieron en los secanos el día anterior y que ella no creía que podía ser él, pero el caballo había llegado muy sudado. Leonardo dice que no fue él. Entra la suegra, y le pregunta quién está dando tanta carrera al caballo porque está tendido en el suelo con los ojos desorbitados.
Leonardo le contesta que estuvo con los medidores de trigo.
Llega a la casa de Leonardo una muchacha que vio al novio y a su madre comprando cosas para la novia, pero Leonardo le contesta bruscamente que no les importa saber qué le han comprado y que la novia es "de cuidado". Entonces la suegra le recuerda que tuvo un noviazgo con ella, y su mujer comienza a llorar.
En la próxima escena, el novio y su madre viajan diez leguas para pedir la mano de la novia, quien vive sola en los secanos con su padre. El padre les da su bendición y cuando la madre del novio le pregunta a la novia si sabe lo que es casarse, ella le contesa que sí y que está segura de su decisión.
Tras la visita, la criada se muere por ver los regalos, pero la novia no muestra ningún interés en abrirlos, por lo que la criada le dice: "parece como si no tuvieras ganas de casarte", y en seguida le cuenta que vio a Leonardo en su caballo fuera de su ventana a las 3 de la mañana. Al principio la novia no se lo cree, pero esa noche aparece de nuevo fuera de su ventana.
El día antes de la boda, la criada está peinando a la novia y hablándole del casamiento, pero la novia se muestra molesta y tira su corona de azahar al suelo.
Luego dice que quiere a su novio pero que casarse es un gran paso.
Esa mañana, Leonardo es el primer invitado en llegar y le pregunta a la novia: "¿Quién he sido yo para ti?". También le pregunta por el azahar, símbolo de la pureza. La novia le pide que se vaya y le dice: "No puedo oírte. No puedo oír tu voz. Es como si me bebiera una botella de anís y me durmiera en una colcha de rosas. Y me arrastra, y sé que me ahogo, pero voy detrás".
La criada trata de interrumpir la conversación, pero Leonardo le asegura que ésta será la última vez que hablan, porque a pesar de su atracción mutua, Leonardo aún no tiene pensado interponerse entre los novios, de ahí que le dice a la novia: "Yo me casé. Cásate tú ahora".
A la madre del novio no le agrada que Leonardo y su mujer vengan a la boda, pero el padre de la novia le dice que los Félix son familia y es un día para perdonar, a lo que la madre responde: "Me aguanto, pero no perdono".
Los novios se casan, pero en medio de la celebración, la novia le dice a su nuevo marido que necesita descansar por un rato. Sin embargo, poco después descubren que ha huido con Leonardo. El novio sale a caballo en busca de la pareja.
La próxima escena toma lugar en un bosque, un marcado contraste con las tierras áridas de la novia. Unos leñadores están hablando de la huida de la pareja, cuando aparece la luna personificada y dice:
No quiero sombras. Mis rayos
han de entrar en todas partes,
y haya en los troncos oscuros
un rumor de claridades,
para que esta noche tengan
mis mejillas dulce sangre,
y los juncos agrupados
en los anchos pies del aire
¿Quién se oculta? ¡Afuera digo!
¡No! ¡No podrán escaparse!
Yo haré lucir al caballo
una fiebre de diamante.
han de entrar en todas partes,
y haya en los troncos oscuros
un rumor de claridades,
para que esta noche tengan
mis mejillas dulce sangre,
y los juncos agrupados
en los anchos pies del aire
¿Quién se oculta? ¡Afuera digo!
¡No! ¡No podrán escaparse!
Yo haré lucir al caballo
una fiebre de diamante.
También llega una mendiga que representa la muerte y dice: "Abren los cofres, y los blancos hilos / aguardan por el suelo de la alcoba / cuerpos pesados con el cuello herido".
La luna planea iluminar la escena para que el novio descubra a la pareja y la mendiga pueda acabar con ellos. Aparecen en la escena la novia y Leonardo, y ella le dice que si él quiere llevarla con él, va a tener que ser a la fuerza, pero entonces él le recuerda que fue ella quien bajó primero las escaleras, le puso brindas nuevas al caballo y le calzó las espuelas para que se escapasen juntos.
La novia decide quedarse con Leonardo y ambos afirman que sólo la muerte los podrá separar. Finalmente, el novio los encuentra y se esuchan unos gritos, pero las muertes del novio y de Leonardo toman lugar fuera de la escena. Al final, entra la mendiga, se pone de espaldas y abre su manto como un pájaro con alas inmensas.
En la próxima escena, una niña y unas muchachas están hablando de la boda, cuando llegan la mujer y la suegra de Leonardo, quien le dice a su nuera: "Sobre la cama / pon una cruz de ceniza / donde estuvo su almohada". Luego aparece la mendiga en la puerta de la casa y las muchachas le preguntan si viene del camino del arroyo. Ella les contesta que sí y que vio a dos hombres muertos.
Al final de la obra, la vecina está en la casa de la madre del novio, y llega la novia cubierta en sangre. La madre la golpea, y la novia le dice que ha venido a que la maten y explica lo ocurrido: "Yo era una mujer quemada, llena de llagas por dentro y por fuera, y tu hijo era un poquito de agua de la que yo esperaba hijos, tierra, salud; pero el otro era un río oscuro, lleno de ramas, que acercaba a mí el rumor de sus juncos y su cantar entre dientes".
También le jura que aún es una mujer honrada, pero la madre le contesta que no le importa su honradez ni que quiera morirse, porque su hijo está muerto. La obra termina con una especie de adoración al cuchillo que recitan la madre y la novia.
*Leonardo es el único personaje con nombre propio en la obra.
ACTO I
CUADRO PRIMERO
(Habitación pintada de amarillo)
Entra el novio para despedirse de la madre, se va a las viñas. La madre quiere que se lleve el almuerzo, pero tiene prisa, se comerá unas uvas. Le pide a la madre la “navaja” para cortarlas y la madre se descompone al escuchar la palabra. La busca mientras lanza maldiciones a las navajas y a todas las armas que pueden acabar con la vida de un hombre. El hijo trata de calmarla en vano porque el recuerdo del marido y el hijo muertos violentamente está ahí y la madre no puede comprender que al asesino solo tenga el presidio como castigo porque no es pena suficiente cuando los suyos están muertos. Siente miedo cada vez que ve salir a su hijo por la puerta, desearía que fuera mujer para que permaneciera en casa. El novio bromea con ella y trata de apartar su mente del miedo.
Aprovecha la ocasión para sacar el tema de su propia boda. La madre no se muestra muy conforme porque siente que va a quedarse sola y, aunque el hijo le ofrece vivir con ellos, no puede abandonar a sus muertos, se siente en la obligación de vigilar que no entierren junto a ellos a algún Félix, familia de los asesinos de su marido y su hijo, sería imperdonable. Los novios llevan ya tres años de relaciones y la madre se muestra preocupada porque le ha llegado el rumor de que ella tuvo un novio de joven, pero él lo niega. De cualquier forma, le hubiera gustado conocer a la madre de la novia. Finalmente, acepta la boda del hijo y ajustan la petición de mano para el domingo siguiente. Para ello, encarga a su hijo que compre unas medias caladas para la novia y tres trajes nuevos para él. Quisiera tener nietos y nietas que llenen la casa. El novio le asegura que querrá a su mujer y la madre lo despide con un beso no sin antes encargarle que cave bien la parte del molinillo que la tiene descuidada.
Llega una vecina vestida de oscuro, pañuelo en la cabeza. Le cuenta a la madre que hace dos días trajeron al hijo de la vecina con los brazos cortados por una máquina. Se consuela pensando que sus hijos, ya muertos, al menos no están expuestos a accidentes. La madre reacciona: “Todo eso son invenciones, pero no consuelos”. Después pregunta a la vecina sobre la novia: es una buena muchacha, vive sola con su padre en una casa de las afueras, a diez leguas. Se interesa por la madre de la muchacha: aunque guapa, no era del agrado de la vecina, no quería a su marido, era orgullosa, pero no fue motivo de habladurías. La madre comenta que le habían dicho que la chica tuvo un novio. La vecina se lo confirma: tendría ella unos quince años, pero él ya se casó con una prima de la novia. Se llamaba Leonardo, de la familia de los Félix. La madre reacciona ante el nombre, se pone de pie, y la vecina trata de calmarla porque Leonardo solo tendría unos ocho años cuando sucedió la tragedia. No merece la pena intervenir: “Tú estás vieja. Yo también. A ti y a mí nos toca callar”. Más calmada, terminan la conversación hablando del calor que hace. La madre se dirige a la puerta, se detiene y se santigua. (TELÓN)
CUADRO SEGUNDO:
(Habitación pintada de rosa, con cobres y ramos de flores populares. En el centro una mesa con mantel. Por la mañana)
La suegra de Leonardo sostiene un niño en brazos mientras la mujer en la esquina hace punto de media. Están cantando una nana a dúo (“Duérmete, clavel, que el caballo no quiere beber…”). Cuando acaban, la suegra va a acostar al niño justo en el momento en que llega Leonardo. El niño ha pasado mala noche pero ya está bien. Leonardo viene del herrador, el caballo pierde muchas herraduras. La mujer le recrimina que lo use demasiado tiempo, pero él lo niega. Sin embargo lo vieron y el caballo llegó reventado de sudar. Él trata de cambiar de tema. No vino a comer porque lo entretuvieron los medidores de trigo. La mujer le ofrece un refresco de limón frío que él acepta. Entra la suegra y comenta que el caballo está reventado. La mujer disculpa a Leonardo, estuvo con los medidores de trigo. La mujer informa a su marido de que han pedido a su prima -la exnovia-. Comentan que la futura suegra no está muy satisfecha con el enlace y Leonardo apostilla que “ella es de cuidado”. La suegra recuerda que fue su novia y Leonardo consuela a su mujer recordándole que la dejó para casarse con ella.
Llega una muchacha cotilleando sobre los regalos que el novio ha comprado en la tienda. Describe las medias caladas: golondrina en el tobillo, un barco en la pantorrilla y una rosa en el muslo. La suegra apunto que pueden porque tienen dinero y, además, van a juntar dos buenos capitales. Leonardo se pone nervioso, echa a la muchacha y se enfrenta a su suegra cuando le recrimina su actitud. La mujer trata de indagar sobre el sentido de su agitación pero sin respuesta. Ante la presión, Leonardo se levanta y se marcha ofuscado.
Los gritos han despertado al niño. La suegra va a por él y regresa con el niño en brazos. Vuelven las dos mujeres a cantar la nana con que se inició el cuadro. (TELÓN)
CUADRO TERCERO:
(Interior de la cueva donde vive la novia. Al fondo una cruz con grandes flores rosa. Las puertas redondas con cortinas de encaje y lazos rosa. Por las paredes, de material blanco uro, abanicos redondos, jarros azules pequeños espejos)
La madre y el novio son invitados a pasar por una criada que se retira. A solas hablan de las tierras, de lo lejos que están, son buenas aunque de secano. Llega el padre de la novia y tras los saludos de rigor vuelven a centrarse en las tierras: las tierras de la novia producen esparto, son buenas, pero mejores las del novio, las viñas son más ricas. La pena es que no están juntas, pero no hay que pensar en vender sino en comprar siempre. El padre se lamenta de no tener hijos varones que le hubieran ayudado, habría comprado las tierras hasta el arroyo; las malas tierras, con buenos brazos, se hacen buenas.
Padre y madre ensalzan las virtudes de sus respectivos hijos y se ajustan para celebrar la boda el jueves siguiente, coincidiendo con el 22 cumpleaños de la novia. Solo entonces, el padre manda llamar a la novia. Esta llega y saluda a la madre que le entrega los regalos. Los recibe con respeto pero sin alegría. El padre los invita a una copa que ellos rechazan porque él no bebe. Queda en regresar al día siguiente, a las 5. La novia sigue sin mostrar emoción. Se despiden, la madre besa a la novia y el padre los acompaña hasta la puerta.
Ya a solas, la criada le propone ver los regalos que le han traído pero ella lo rechaza, parece no querer casarse, está desencajada e impide físicamente que la criada abra la caja. Por fin, va calmándose a medida que cambian de tema. La luz va desapareciendo del escenario. La criada le comenta que oyó anoche un caballo sobre las tres de la madrugada, era Leonardo. La novia lo desmiente, ¿a qué iría allí? Pero en ese momento vuelve a oírse un caballo y, efectivamente, se trata de Leonardo (TELÓN RÁPIDO).
FIN DEL ACTO PRIMERO
ACTO II
CUADRO PRIMERO
(Zaguán de casa de la novia. La novia y la criada en enaguas blancas)
La novia se sienta en una silla baja, va a acabar de peinarse para la boda, el calor lo impide en el interior. La novia culpa a esa tierra de que su madre se consumiera. La criada comienza a ponderar la vida de casada pero la novia la manda callar. Cuando le prueba la corona de azahar, la coge y la deja caer la cabeza abatida y acaba tirándola al suelo. Ante las recriminaciones de la criada se recompone, ella quiere a su novio, ha dado su consentimiento y es un paso muy grande, se disculpa. Cambian de tema: la iglesia queda a cinco leguas, ya vienen los invitados. Finalmente se coloca la corona y la criada entusiasmada la besa, canta y baila a su alrededor.
Llaman a la puerta y la criada abre creyendo que son los primeros invitados pero es Leonardo. Viene solo, se ha adelantado a caballo. Le pregunta por su hijo, pero no lo van a traer a la boda. Leonardo le pregunta, con intención, si el novio había llevado el azahar -las voces de la gente se van escuchando cada vez más cerca-, sale la novia y se le encara. La criada trata de terciar para que acaben los reproches que uno y otro se lanzan. Hubo una historia entre ellos y sigue viva. Leonardo sigue buscando la causa y la culpa de que lo suyo no tuviera buen fin. Cree que la novia se casa por orgullo. Y le advierte que él se equivocó al separarse de ella porque no logró más que echarse fuego encima. Sus palabras hacen temblar a la novia y la criada acaba cogiendo a Leonardo por las solapas para callarlo. Sin embargo, ambos insisten: ella en la debilidad que siente por él y él en la necesidad que tenía de confesárselo. Las voces, mientras, han seguido acercándose. La criada insta a Leonardo a que no vuelva a acercarse a la novia y, finalmente, sale por la izquierda mientras comienza ya a clarear.
Comienzan a entrar los invitados (muchacha 1, muchacha 2, mozo 1). Vienen cantando mientras otras voces fuera le hacen coro (muchacha 3, convidado). Entra el padre y se une a la fiesta. Por fin aparece la novia con traje negro. Lleva un peinado de visera con la corona de azahar. Entra el novio seguido de la mujer de Leonardo que los felicita. La madre se queja de la presencia de “esos”, y el padre de la novia la calma alegando que es un día de perdones. La novia tiene mucha prisa por llegar a la Iglesia. Se marchan entre los cánticos de los asistentes que continúan.
La mujer pide a Leonardo que la acompañe en el carro, pero él se niega. Discuten. Ella tiene un hijo y otro que viene de camino. Siente cómo Leonardo no le pertenece y lo quiere para ella. Por fin salen juntos. (TELÓN LENTO)
CUADRO SEGUNDO:
(Exterior de la cueva de la novia. Tonos blancos grises y azules fríos. Grandes chumberas. Tonos sombríos y plateados)
La criada prepara las mesas para el convite mientras recita versos sobre la boda. Llegan el padre de la novia y la madre del novio. Creen ser los primeros, pero la criada les informa de que ya llegaron Leonardo y la mujer. Que ésta venía descompuesta. El hecho da pie para que ambos carguen contra Leonardo y su familia. La madre remueve la tragedia remontándose al bisabuelo que ya mató, carga sobre sí la muerte de su marido y su hijo. Ahora se incrementa con la próxima soledad. El padre trata de animarla hablando de los nietos, varones para labrar la tierra; hembras las prefiere ella para que permanezcan en casa y no puedan ser asesinadas. Ambos confían en que el enlace dé pronto su fruto.
Entran Leonardo y su mujer felicitando a los padres. Va a haber poca fiesta. La gente va entrando. La novia está sombría. La conversación se centra en la cantidad de gente que acudió al enlace. La madre interroga a la novia, cree que el motivo de su seriedad es el peso de la obligación. Comienza el baile. El novio se siente orgulloso del azahar de cera lucido por la novia, ella trata de desviar el tema.
Leonardo sale por la izquierda e inmediatamente la novia se excusa y se marcha también. La mujer de Leonardo habla con el novio, quisiera vivir así de lejos, pero no ve a Leonardo centrado. Echan en falta a Leonardo y la mujer va a buscarlo. El novio se entretiene hablando con la criada, hay un cuadro animado de figuras. La criada vieja alaba al novio y recuerda al abuelo. Echan en falta a la novia, está quitándose la toca. La criada le explica que ha preparado un ágape para media noche por si lo necesitan. La novia se incorpora a la reunión mientras le preguntan las muchachas le preguntan a quién dio el alfiler. Ella está ausente. Leonardo cruza por el fondo y la novia está pendiente de él mientras sigue la conversación con las muchachas que desean los alfileres como talismán para casarse cuanto antes. El novio se acerca para abrazar a la novia por detrás y ella reacciona asustada. Él no comprende el motivo y vuelve a abrazarla pero ella lo rechaza. No quiere ser vista y le ruega que no se vaya.
La mujer de Leonardo pasa preguntando por el marido, no está él ni su caballo. Va a buscarlo y la novia se siente indispuesta (“¡Tengo un golpe en las sienes!”) y rechaza la invitación del novio para bailar con el pretexto de echarse un rato a descansar. Le pide que se quede a atender a los invitados.
Entra la madre y pregunta por la novia. No comprende que sea mal día para la novia cuando fue el mejor de su vida. Da instrucciones a su hijo sobre cómo ha de tratar a su mujer (“…procura ser cariñoso, y si la notas infatuada o arisca, hazle una caricia que le produzca un poco de daño, un abrazo fuerte, un mordisco y luego un beso suave…”). El padre entra preguntando por la hija y el novio va a buscarla, los reclaman para bailar. Pero la novia no está. La buscan sin resultado y va creciendo la alarma.
La mujer de Leonardo entra gritando que han huido juntos. Pasan de la incredulidad a la rabia e inmediatamente organizan una partida que salga en persecución de los huidos. La madre pasa del miedo al odio y a reclamar sangre por el ultraje. (TELÓN)
FIN DEL SEGUNDO ACTO
ACTO TERCERO
CUADRO PRIMERO
(Bosque. Es de noche. Grandes troncos húmedos. Ambiente oscuro. Se oyen dos violines)
Hablan dos leñadores preguntándose si ya los habrán encontrado. Acabarán por encontrarlos. Se engañaban y han hecho bien en huir, pero acabarán por encontrarlos y matarlos (“¿Y qué? Vale más ser muerto desangrado que vivo con ella podrida”). Especulan con que por fin estén juntos, con la posibilidad de que logren escapar, con lo inevitable de la tragedia. La salida de la luna augura la proximidad de la muerte.
Salen los leñadores de escena y entra la luna que vaticina que no podrán escapar, que la muerte estará presente esa noche, su luz los hará visibles. Desaparece la luna.
Entra una anciana cubierta de paños verdeoscuros, descalza. Apenas se le ve el rostro. A modo de coro anticipatorio señala el lugar como el indicado y llama a la luna. Con ella vuelve la iluminación azul intensa. Dialogan. La mendiga le pide que ilumine, la luna le pide que tarden en morir. Se acercan. La luna deja el escenario que se oscurece. Cuando entran en escena el novio y el mozo 1º la mendiga se sienta y se tapa con el manto. El novio se muestra desesperado por encontrarlos, escucha los ruidos de la noche. Siente en su brazo la fuerza de la venganza de su padre y de su hermano, ansia.
El mozo sale de escena y queda el novio con la mendiga. El novio la interroga y ella admira su porte pero como yacente (“¡Qué espaldas más anchas! ¿Cómo no te gusta estar tendido sobre ellas y no andar sobre las plantas…”), finalmente se ofrece a acompañarlo para localizar a los prófugos. Salen de escena mientras se escuchan los violines.
Vuelven a entrar los leñadores. Van cantando a la muerte, se mueven lentamente hasta que salen de escena.
Entran Leonardo y la novia. Leonardo no quiere que se separen y ella pretende regresar y que él huya. En su pasión, ella habla de suicidarse y él la manda callar. Fue ella quien ensilló el caballo y le calzó las espuelas. Ambos se declaran su pasión irrefrenable (“Que yo no tengo la culpa, que la culpa es de la tierra y de ese olor que te sale de los pechos y las trenzas”). Quisieran actuar de otra forma pero no pueden. Lorca describe la escena como “violenta y llena de gran sensualidad”. Al sonido de unas voces, los dos salen de escena sin poder separarse el uno del otro, abrazados.
Aparece la luna muy despacio, fuerte luz azul. Violines. Se oyen dos largos gritos desgarrados y se corta la música de los violines. Al segundo grito aparece la mendiga y queda de espaldas. Abre el manto y queda en el centro como un gran pájaro de alas inmensas. (El telón baja en medio de un silencio absoluto)(TELÓN)
CUADRO ÚLTIMO:
(Habitación blanca con arcos. A la derecha e izquierda escaleras blancas. Suelo blanco reluciente. Esta habitación simple tendrá un sentido monumental de iglesia. No habrá ni un gris, ni una sombra, ni siquiera lo preciso para la perspectiva)
Dos muchachas vestidas de azul oscuro están devanando una madeja roja mientras cantan. Una niña las acompaña. La canción habla de la boda que acabó en tragedia. La niña se va. Se aproxima un cortejo. Aparecen la mujer y la suegra de Leonardo. Llegan angustiadas. No saben qué ha ocurrido. La suegra insta a la mujer a que se olvide de Leonardo. Una mendiga pide un trozo de pan en la puerta, hablan con ella. Les cuenta que viene de allí, les anuncia la muerte de los dos hombres. Se marcha la mendiga y quedan las muchachas ya componiendo versos a la muerte. Salen de escena.
Entran la madre con una vecina que llora. La madre la manda callar, no quiere llantos por la muerte de su hijo. La vecina no quiere que se quede sola, pero ella tiene que permanecer en su casa. En esto, aparece la novia, ya sin azahar y con un manto negro. La madre la reconoce y quisiera matarla allí mismo, la golpea hasta tumbarla. La vecina las separa. Pero la novia quisiera que la matara por haber deshonrado a su hijo. Ella no hubiera querido actuar así y plantea su papel como mujer-víctima de su pasión por un hombre. La madre consiente en que es tan víctima como ella misma por ser mujer. Llega otra vecina. La madre trata de resignarse. Las mujeres –la novia, la madre, la mujer de Leonardo, las vecinas- quedan juntas llorando cada una su tragedia. (TELÓN)
FIN DEL DRAMA.
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